20 marzo, 2012

Qué tiene de malo la deuda pública

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Abundan las noticias con discusiones e incluso desórdenes por las llamadas medidas de austeridad. Ya sea en Oriente Medio, Europa o incluso en ciertos estados de EEUU, la gente se está dando cuenta de lo profundo que han hecho el agujero los distintos gobiernos. En este artículo, resumiré la postura del Tío Sam y luego explicaré por qué es un problema.

Un gráfico sorprendente

Me considero bastante al día de las tendencias fiscales del gobierno federal, pero me sorprendió ver el ilustrador gráfico de Keith Hennessey de las tendencias proyectadas en el informe presupuestario de febrero de la administración Obama:
Propuesta de proyección presupuestaria del presidente Obama



En principio, el lector puede pensar que el gráfico es perturbador, pero no causa de pánico: después de todo, la economía crece con el tiempo, así que esperaríamos que el gasto y los déficits se hagan gradualmente mayores en las próximas décadas. Esa reacción sería aceptable si el eje y del gráfico estuviera denominado en dólares. Pero, por desgracia, el eje y es el porcentaje del PIB.
Según Hennessey, las proyecciones de la Casa Blanca suponen que la economía sale gradualmente de la recesión y que se recuperan los ingresos fiscales, disminuyendo el déficit anual del presupuesto federal a un punto mínimo del 2,9% del PIB en 2018. Pero a partir de ese punto, los déficits se hacen progresivamente mayores, no sólo en términos absolutos de dólares, sino incluso como fracción de la economía.

La relación entre déficits y deuda

Si ignoramos servicios como la Seguridad Social y el Medicare y nos centramos sólo en los bonos reales emitidos por el Tesoro cuando pide prestado dinero, entonces cada año la deuda federal pendiente aumenta en el déficit presupuestario anual. Por ejemplo, si el gobierno empieza el año debiendo 10 billones de dólares a los tenedores de bonos y luego genera un déficit de 300.000 millones, acaba el año debiendo 10,3 billones. Para mantener constante la deuda federal en términos absolutos en dólares, el gobierno debería (evidentemente) equilibrar sus cuentas y gastar cada año (incluyendo los pagos de intereses de la deuda existente) lo que obtenga en impuestos y otros ingresos.
Si pasamos de términos absolutos en dólares a porcentajes del PIB, las cosas tienen un poco más de truco. Como la economía crece con el tiempo, es posible que el gobierno mantenga déficits perpetuos mientras mantiene una relación constante deuda/PIB.
Por ejemplo, utilizando cifras inapropiadamente redondas pero fáciles de manejar, supongamos que la deuda es de 10 billones y el PIB de 20 billones. Eso significa que la relación deuda-PIB es del 50%. Supongamos además que la economía crecerá de media un 5% (en términos nominales) cada año. En ese caso, el gobierno puede tener perpetuamente un déficit igual al 2,5% de toda la economía y mantener la relación general deuda-PIB constante en el 50%.
Comprobemos las matemáticas de los dos primeros años para ver el patrón: en el primer año, el gobierno tiene un déficit de 500.000 millones (que es el 2,5% de 20 billones). Por tanto, al final del primer año, la deuda ha crecido a 10,5 billones, mientras que la economía ha crecido un 5% a 21 billones. Así que la relación deuda-PIB es del 50% (10,5 billones / 21 billones = 0,5), igual que antes.
En el segundo año, el gobierno tiene un déficit mayor de 525.000 millones (que es el 2,5% de 21 billones). Y por tanto al final del segundo año, la deuda ha crecido a 11,025 billones (10,5 billones + 525.000 millones = 11,025 billones). Entretanto, la economía ha crecido otro 5% hasta los 22,05 billones, manteniendo constante la relación deuda-PIB en el 50% (11,025 billones / 22,05 billones = 0,5).
El patrón general es que para mantener una deuda constante como fracción de la economía, el déficit como parte de la economía tiene que ser la fracción de la deuda multiplicada por la tasa de crecimiento de la economía. (Con nuestras cifras, el 50% de deuda multiplicado por una tasa de crecimiento del 5% significaba que se necesitaba un déficit del 2,5% para mantener una carga deudora constante).
Los tipos de interés no afectan directamente a este cálculo, pero sí hacen más difícil mantener el déficit limitado a una porción concreta de la economía. Volvamos a nuestro ejemplo y al primer año: con una deuda inicial de 10 billones y tipos de interés medios del 3% en títulos del Tesoro, esto significa que 300.000 millones del presupuesto del gobierno irán a pagar a los tenedores de bonos. Si el interés aumenta al 7%, entonces el gobierno tendrá que asignar 700.000 millones a este fin. En todo caso, para mantener la carga de la deuda, el gobierno sólo puede tener un déficit de 500.000 millones. Pero aquí resulta que habrá 400.000 millones más en bienes disponibles para el público (incluyendo las posibles desgravaciones fiscales) si la deuda se refinancia en el 3% frente al 7%.
Como demuestra el gráfico de Hennessey, se prevé que el déficit como parte del PIB (real o ajustado a la inflación) crezca constantemente después de 2018. Incluso aunque la línea roja se haga horizontal en el borde derecho del gráfico, de forma que el déficit se estabilice en un 10% del PIB después del año 2060, una tasa de crecimiento típica del 3% en el PIB real significaría que la relación deuda-PIB se acabaría estabilizando en un tremendo 333% del PIB.
Los inversores internacionales podrían tolerar un nivel de deuda tan increíble para emergencias temporales como una guerra, pero si los cambios demográficos llevan a Estados Unidos por un camino como el mantenido, el impago de los bonos (ya sea explícito por parte del Tesoro o implícito por la monetización del Fed) será inevitable. El gráfico de Hennessey no asusta porque sea real: la gente tendrá que cambiar de rumbo antes.
Por el contrario, el gráfico de Hennessey asusta porque demuestra, en sus propias palabras, que “el problema presupuestario a largo plazo empieza ahora”.

¿Importan los déficits?

Curiosamente, hay algunos comentaristas que argumentan que los déficits del presupuesto federal o no tienen ninguna importancia (porque el gobierno emite dólares estadounidenses) o incluso son beneficiosos, porque son el único mecanismo mediante el cual los estadounidenses privados puede tener un ahorro neto. Me he ocupado de estos argumentos concretos en otro lugar, pero dejadme que reitere por qué es un problema cualquier déficit grande y en perpetuo crecimiento.
Al contrario de lo que dicen los keynesianos, el problema con los déficits del presupuesto público no es simplemente que lleven (habitualmente) a tipos de interés más altos y por tanto reduzcan el gasto en inversión y consumo privado. Como, en este contexto, los keynesianos sólo ven los factores económicos en la medida en que funcionen a través de la “demanda agregada”, compresiblemente piensan que los grandes déficits no pueden posiblemente dañar nada cuando los tipos de interés son de prácticamente cero.
Sin embargo, los economistas austriacos tienen un modelo mucho más rico de la estructura del capital de la economía. En esta opinión, la salud económica no es simplemente un asunto de potenciar el gasto total lo suficientemente alto como para hacer que todos tengan empleo. Por el contrario, los recursos tienen que desarrollarse en combinaciones particulares al moverse por las manos de diversos trabajadores en distintas empresas y llegar finalmente a los expositores de las tiendas.
Cuando el gobierno compra (por ejemplo) 1 billón más de lo que obtiene en ingresos fiscales, desvía recursos reales de la jurisdicción de los empresarios privados a canales dirigidos políticamente. Al final, no son los déficits por sí mismos sino el gasto público total lo que distorsiona la economía y deja sin recursos al sector privado. Pero los déficits son insidiosos porque dan la impresión de gratuidad a corto plazo y el lamento viene con ganas por el camino.

Conclusión

Los políticos estadounidenses están siempre hablando de “controlar los títulos públicos” y “ponerse serios acerca del déficit”. Como revela el aleccionador gráfico de Keith Hennessey hay que hacerlo ahora. Si los ciudadanos nos reclaman un serio recorte del gasto público, los acreedores extranjeros acabarán tomando las decisiones duras por nosotros y en términos mucho más rigurosos.

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