01 marzo, 2012

Las noticias de la muerte de Murdoch son exageradas

Las noticias de la muerte de Murdoch son exageradas

MurdochPor Alvaro Vargas Llosa
La noticia de que James Murdoch acaba de renunciar a la Presidencia de News International, la división de diarios británicos de su padre, Rupert Murdoch, a raíz del incesante escándalo por las prácticas delictuosas ha vuelto a suscitar la pregunta: ¿es éste el comienzo del fin del imperio de Murdoch?
La respuesta es no.
La caída de James, que había reemplazado a su hermano Lachlan como delfín, es muchas cosas: dolorosa y costosa para el magnate de la prensa conservadora; sabrosísima para sus enemigos; emblemática de lo que ocurre cuando se tiene demasiado poder, y una decepción para la derecha anglosajona que, a ambos lados del charco, depende de los medios del grupo para contrarrestar a la mayoría, que tiran a la izquierda. Pero no es el fin del imperio ni mucho menos.

Para que la caída de James, a quien ahora Rupert ha trasladado a Estados Unidos, supusiera el fin del imperio, tendría que haber posibilidades razonables de que la verdadera base de poder del empresario de origen australiano corriera peligro. Es decir: tendría que existir riesgo directo para Fox tanto en señal abierta como en el cable. ¿Existe alguna posibilidad de que una eventual investigación del Departamento de Justicia norteamericano desemboque en la decisión de la Federal Communications Commission de revocarle a Murdoch las licencias? No hay hasta ahora indicios de que los medios de Murdoch en Estados Unidos, independientemente de lo controversiales que son, han cometido ilícitos comparables a los del Reino Unido.
La importancia social y política de Fox, por lo demás, reduce casi a la insignificancia la posibilidad de que los escándalos del Reino Unido mellen la posición del conglomerado de Murdoch en Estados Unidos. Aunque tradicionalmente el periodismo norteamericano había sido de derechas (William Randolph Hearst llegó a inspirar la célebre película de Orson Welles), a partir de los años 60´ los medios de la costa Este reflejaron el cambio ideológico de parte de la élite norteamericana, que se movió hacia la izquierda. Cuando sucedió la revolución ideológica de Reagan, el sector conservador siguió careciendo de un aparato mediático.
Hasta que llegó Murdoch. Y todo cambió. Razones políticas, sociológicas y hasta históricas hacen casi imprescindible hoy a Murdoch, australiano naturalizado estadounidense, para la derecha norteamericana. El Departamento de Justicia tendría que encontrar algo casi inimaginablemente gordo para que las defensas de Murdoch se debilitaran al punto de que su imperio corriese peligro.
¿Y qué pasa en términos de negocio? Toda el área editorial, incluyendo sus diarios en Estados Unidos, el Reino Unido y Australia, no suma sino la cuarta parte de los ingresos del conglomerado. Y hasta ahora sus diarios en Estados Unidos y Australia no se han visto afectados. A pesar de la crisis, desde 2007 hasta ahora las ventas de todo el grupo han subido un 16 por ciento, que en un contexto de semi depresión como el reinante no está mal.
Es cierto: hubo períodos en que las acciones de News Corp. bajaron, pero se recuperaron, en parte porque el dinero en efectivo que hay en la tesorería (todavía quedan más de 12 mil millones de dólares) fue empleado por el grupo en la recompra de parte de sus propias acciones a fin de apuntalarlas, como es común en el mundo empresarial.
Por último, aunque es cierto que algunos inversores han intentado sacar a Murdoch de la jefatura del consejo de administración y de la parte ejecutiva, su dominio accionario lo hace inamovible. Él y su familia controlan 38 por ciento de las acciones de forma directa, pero el porcentaje real es superior teniendo en cuenta a accionistas que responden a él.
Mientras News Corp. no se hunda financieramente, Murdoch sabe que lo del Reino Unido es lo que Harold Macmillan llamaba “una pequeña dificultad local”.
El golpe que ha recibido Murdoch es muy duro y merecido por no haber actuado cuando –hace ya cinco años de esto- empezó a haber los primeros indicios de que algo se pudría en Dinamarca. Pero no lo tumbará. Incluso en el Reino Unido su prestigio sobrevivirá. Le reconocen, desde la derecha (aunque ahora sólo en susurros), haber creado unos medios determinantes para la regeneración económica de los años 80´ y 90´, y haber 'liberado' a la prensa en general cuando derrotó a los sindicatos al trasladar su imprenta a la zona de Wapping en 1986. Esa movida polémica acabó con el tradicional bastión sindical de Fleet Street, donde antes funcionaban los diarios ingleses, a los que se impedía reemplazar el linotipo con la composición electrónica y el sistema de impresión 'offset'.

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