02 marzo, 2012

Cuando nos llegue la “cruda”, ¿reaccionaremos como los griegos? Quizás peor

Lo que pasa en Grecia se incubó hace años; el único resultado posible de ese estilo de vida insostenible es la debacle total

Ángel Verdugo
Las noticias que llegan de Europa, lejos de llevarnos a albergar un poco de optimismo nos empujan en la dirección contraria. Todo deja ver que por más recursos que el resto de países de la Unión Europea inyecten a Grecia, ésta ha entrado en una espiral descendente que sólo una sacudida equivalente a una revolución podría permitirle regresar a ser lo que ya no es o a lo que con dificultades califica para serlo: un país.


¿Qué es Grecia hoy? ¿Acaso podemos afirmar que es un país en el sentido que le damos en el resto del mundo al concepto?
Por desgracia, pienso que hoy, Grecia puede ser todo lo que usted imagine pero país, país, país, quién sabe.
Alguien dirá que lo es pues están los elementos que se requieren para calificar como tal: territorio, población e instituciones pero, respondería otro, la población no está dispuesta a aceptar lo que una de esas instituciones —el Parlamento— decide para ganar tiempo y poder, en unos cuantos años, regresar a la cordura después de salir más o menos enteros de la locura actual.
El anuncio del nuevo paquete de apoyo, lejos de generar la certidumbre total en la recuperación y pronta estabilidad, sólo parece dar la razón a decenas de miles que violentamente se niegan a reconocer su responsabilidad en la situación que enfrentan. Ya aprendieron el método: protesto, amenazo y obtengo más recursos, y así ¿al infinito?
¿Son responsables los griegos de lo que hoy enfrentan? Puesto de otra manera, si no lo fueren, ¿quién lo sería? Si analizáremos las cosas con objetividad, sería obligado concluir que los que vivieron de “mentiritas” —durante al menos dos decenios—, fueron adultos que deben enfrentar las consecuencias de sus dispendios e irresponsabilidad financiera. No seamos ingenuos, lo que pasa en Grecia se incubó hace años; el único resultado posible de aquel estilo de vida insostenible, es la debacle total.
Un aspecto que deberíamos tomar en cuenta frente a lo que sucede allá, es éste: ¿Podría, “eso”, pasar en otros países? La respuesta inmediata y simplista, quizás fuere un no rotundo, categórico; es más, agregaríamos convencidos, la especificidad griega es tal, que su tragedia no podría repetirse en región alguna. Luego entonces, Grecia vendría a ser, de acuerdo con esta última postura, una discontinuidad irrepetible.
Sin embargo, de moderar nuestro rechazo casi visceral a la ocurrencia de una tragedia como la griega, deberíamos al menos aceptar que ésta pudiere ser, de no tomar medidas dolorosas e impopulares una vez que tomáremos consciencia de la gravedad de los problemas creados, una muy cercana realidad.
Le pregunto, ¿qué habría respondido usted si alguien, hace poco más de 20 años, le hubiera afirmado que el Muro de Berlín caería, la Unión Soviética se extinguiría y China sería una economía de mercado? ¿Lo habría tomado en serio? Lo habría mandado muy lejos, allá a donde se irá López el 2 de julio.
Sin embargo, cayó el Muro, se unificó Alemania, la URSS se extinguió y vea lo que hoy es China; asimismo, los cambios en lo que fue Europa Oriental, equivalen a una revolución entonces inimaginable. ¿Por qué negar entonces, que lo de Grecia pudiere repetirse? ¿Acaso no hay países que al igual que ella, han vivido de ilusiones durante años?
Hay varios que además, se niegan a reconocerlo; incluso, hay uno muy cercano que encaja bien en esto último; usted lo conoce, o cree conocerlo. ¿Adivinó ya su nombre? Sí, ése es.

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