23 febrero, 2012

La otra cara de Calderón


En su nuevo libro –Calderón de cuerpo entero–, el fundador de la revista Proceso, Julio Scherer García, utiliza testimonios, entrevistas y documentos para explorar el comportamiento público y la personalidad de Felipe Calderón, con el fin de entender algunos rasgos sobresalientes del actual presidente, entre otros, su gen autoritario, su afición a la bebida, su proclividad a la ingratitud y la traición, de acuerdo con el texto de Proceso.

Ayer El Diario publicó fragmentos del libro de Scherer, que tiene como base fundamental una serie “de esclarecedoras conversaciones” con el ex dirigente panista Manuel Espino y hoy presenta una segunda parte de estas revelaciones:

“Sentí que avanzaba en la confianza de (Manuel) Espino. Su lenguaje ganaba en claridad y contundencia. Habló acerca de sus sentimientos y convicciones. Había participado en una gigantesca operación para que Calderón ganara las elecciones. Tuvo la certeza de que así cumplía con su deber como militante del partido al que había entregado su vida. Acción Nacional era su casa, Calderón su pertenencia, un hogar. Además, consideraba que habría sido impensable otro presidente que no fuera Felipe Calderón Hinojosa. Como quisiera juzgársele, era hombre de doctrina, la misma de la inmensa mayoría de los mexicanos...

“A mis ojos, el asunto (del involucramiento de Hildebrando Zavala, cuñado de Calderón) crecía. Andrés Manuel López Obrador había formulado una denuncia contra Zavala.

El 6 de septiembre de 2006, Proceso publicó:

Diego Hildebrando Zavala, cuñado de Felipe Calderón y socio con 18 por ciento de las acciones de la empresa de software Hildebrando, S. A. de C. V., anunció anoche que hoy demandarán por lo civil a Andrés Manuel López Obrador.

La denuncia será presentada, argumentó Zavala, por el descrédito que el candidato de la Coalición Por el Bien de Todos le ocasionó merced a la acusación que éste hizo durante el debate televisado del martes. López Obrador sostuvo ese día que, como secretario de Energía, Felipe Calderón benefició a su cuñado con contratos por dos mil quinientos millones de pesos.

“Su dicho me ha dañado a mí, a mi familia, a mi empresa, las relaciones con clientes y con socios -aseguró Zavala-. A la fecha, el señor López Obrador no ha demostrado su dicho ni se ha disculpado. Por eso la demanda será por daño moral.

*

Algunos panistas salieron a la defensa de Hildebrando y después el suceso aparentemente se fue para abajo. Sin embargo, la herida nunca terminó de cerrar. El viernes 7 de octubre de 2011, el periódico Reforma publicó la siguiente información:

Un día después de que Andrés Manuel López Obrador se reunió con empresarios de Monterrey, el presidente Felipe Calderón arremetió contra el tabasqueño.

Al participar en un foro de la revista The Economist, en tono irónico, Calderón insinuó que de cara a los comicios de 2012 hay un candidato que se considera invencible, pero que a la postre ganará quien aparentemente tiene menores posibilidades.

Luego de que la sesión de preguntas le hiciera notar el caso de corrupción que protagonizó su “cuñado incómodo” en la campaña de 2006, Hildebrando Zavala, Calderón rechazó la “calumnia” que formuló entonces López Obrador.

“Con absoluta transparencia -dijo Calderón- se ha demostrado que, apenas pasó la campaña, no hubo nadie quien presentara absolutamente ninguna evidencia de lo que fue una gran calumnia, absolutamente ninguna. De hecho, la acusación que se me hacía es haber dado contratos, de manera indebida, a parientes míos, lo cual fue absolutamente falso”, apuntó.

La nota de Reforma también consigna que -en dicho del presidente- “Hildebrando creó una pequeña empresa en su propia habitación y 10 años después había crecido”.



El 20 de abril de 2009, Manuel Espino envió una carta a su relevo en la jefatura nacional del PAN, Germán Martínez Cázares. En la brevedad de tres líneas lo conminaba a una reunión urgente. Se trataba de proteger la figura del presidente de la República, en el remolino de sus propios desatinos: el dinero entregado a Hildebrando Zavala y la violación a los principios de la equidad electoral en 2006.

Escribió Manuel Espino a Germán Martínez:

Germán:

Es muy importante que platiquemos a más tardar mañana, martes 21; después sería demasiado tarde para parar documentos originales que comprometen al presidente y dan la razón a Andrés Manuel.

Anexo copia de uno de los documentos en mención.

Manuel Espino

Tan sólo un día después, el 21 de abril de 2009, respondió Martínez Cázares:

Manuel:

Recibí tu mensaje del día de ayer en el que anexas copia de una factura acompañada de una amenaza. Como bien sabes, el gasto que ampara la factura se efectuó durante tu presidencia y está ejecutado por quien fuera tu tesorero, miembro del Comité Ejecutivo Nacional y actual candidato a diputado por la vía plurinominal.

Como podrás entender -en tu calidad de presidente-, el presidente del PAN no puede ni debe estar sujeto a ningún tipo de amenaza, ya sea por parte de sus militantes o adversarios.

Respecto a la reunión que solicitas, te comento que con motivo de tu mensaje, el único encuentro posible entre nosotros se dará en las reuniones del CEN teniendo a los integrantes de ese comité como testigos de calidad.

Sin más por el momento,

Germán Martínez (rúbrica)

*

El tema del gusto del presidente de la República por la bebida lo llevaba en la mente y un día resolví abordarlo con Manuel Espino en el único lenguaje posible: la franqueza. Antes, sin embargo, conversaríamos sobre la salud física y mental de los predecesores de Felipe Calderón en el Poder Ejecutivo. Pareciera que de todos ellos no se haría uno.

Adolfo López Mateos había padecido un aneurisma que a menudo lo apartaba de su trabajo, habitante único en un cuarto oscuro que mitigara el dolor de la migraña. Humberto Romero, su secretario y amigo incondicional, velaba el sigilo sobre asunto tan serio.

Gustavo Díaz Ordaz finalmente cayó vencido por la matanza del 2 de octubre de 1968. Embajador en España varios años más tarde, no resistió a los periodistas que lo interrogaron en Madrid y tocaron el punto de la tragedia. Díaz Ordaz huyó de la embajada, algún tiempo acéfala. Después fue huyendo de la vida.

A Luis Echeverría lo extravió su megalomanía. Pretendió, en complicidad con el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, sustituir a Fidel Castro como vocero de América Latina. Documentos desclasificados de la Casa Blanca muestran sin retoque a un hombre hecho para la traición.

El 30 de junio de 1982, Día de la Marina, José López Portillo hizo burla de su condición de presidente de la República y, convertido en fauno, persiguió a Rosa Luz Alegría, toda de blanco y atractiva en el sudor que la bañaba. López Portillo, atleta consumado, trataba su cuerpo como asunto de gobierno, alta prioridad en la agenda cotidiana.

Miguel de la Madrid gobernó con la flojedad de un hombre sin pasiones. Fue como el agua que se evapora al sol. Decía que, ya como ex presidente, querría asistir a los restaurantes como un sujeto bien visto, respetado.

A Carlos Salinas de Gortari lo perseguirán por siempre el asesinato de Luis Donaldo Colosio, a estas alturas enigma sin solución, y la faraónica fortuna de Raúl, su hermano mayor. Por la fuerza de los hechos no podrá decir que dejó la Presidencia con las manos limpias; tampoco olvidar que Colosio, efímero candidato a la sucesión, dijo en su último discurso que México tenía hambre y sed de justicia.

De Ernesto Zedillo destaca su indiferencia por México.

Vicente Fox, corrupto e impune, carga con el peso en toneladas del Chapo Guzmán. Las puertas de la cárcel de Puente Grande le fueron abiertas al capo de par en par y sólo faltó que lo despidieran con la alfombra roja que se estila en circunstancias solemnes. Fox admitió el silencio cómplice de los miembros de su gabinete de seguridad.

-Y Felipe Calderón, don Manuel.

-Platiquemos.

*

“El gusto por la bebida es viejo en el presidente -expresó Manuel Espino-. Le ha hecho daño a él en lo personal y al país. Voy a ocuparme con usted de hechos públicos. No se me ocurriría mentir o difamar; mucho menos calumniar.

*

Manuel Espino: “Le propuse -a Calderón- que platicáramos. Me invitó a cenar a la Barraca Orraca, un restaurante ubicado en Insurgentes Sur y Eje 5. Era cliente del establecimiento al que asistía regularmente con sus amigos: Juan Camilo Mouriño, Alejandro Zapata, Francisco Blake, Cuauhtémoc Cardona y Jordy Herrera.

“Instalados en la Barraca, solos, pedimos, a instancias de Calderón, la primera bebida. Y luego otra y otra. Yo le seguí el paso y le hice al valiente, pero no pude alcanzar el mismo ritmo.

“Ahí empecé con un reclamo: por qué hablaba de una novia que nunca existió. Me dijo que había sido don Luis H. Álvarez el autor de la versión. Y remató:

-Y tú sabes que él tiene autoridad.

-Ah, lo dijo don Luis, pues ahora le reclamo por teléfono -y le dije a Calderón que lo llamaría de inmediato.

“No fue necesario. Me pidió disculpas y aseveró que un grupo de panistas platicaba en una reunión donde participaba Luis H. Álvarez, pero que él nada había dicho a propósito del asunto”.

Continuaron los reclamos, apuntó Espino:

-Tú dijiste que yo pretendía ser coordinador parlamentario, que ambicionaba mucho poder. Felipe, yo no dije eso.

-De buena fuente sé que lo dijiste.

“Cuando la versión salió publicada en varios medios, hasta en Proceso, me parece, yo me sorprendí. Llamé a Jordy Herrera, su agregado de prensa en el grupo parlamentario, para indagar de dónde provenía la versión de que yo me apuntaba como relevo de Calderón en caso de que fuera candidato al gobierno de Michoacán. Herrera admitió que Felipe le había dicho que ‘soltaran’ la versión.

“-Fue Jordy el que me lo contó, Felipe.

“-Yo no le tengo confianza. Es un muchacho mentiroso.

“-¿Me crees?

“Sin más, le hablé a Jordy y le dije que en esos momentos me encontraba con Felipe, quien reclamaba mi autopromoción en el PAN.

“-Jordy, tú me dijiste que él te lo dijo. ¿Es así o no?

-Jordy asintió-. Te paso a Felipe por el teléfono”. Continuaba la discusión esa noche larga. Cuenta Espino que Calderón le dijo:

“-Como secretario general del PAN has tratado muy mal a Margarita (Zavala).

“-¿En qué consiste el maltrato? Siempre le doy su lugar. Ella es la secretaria de Promoción Política de la Mujer. No tiene de qué quejarse.

“-La tratas muy mal, eres indiferente. No le das apoyo.

“Discutíamos otros temas y no sé a qué hora o cuánto tiempo después de nuestra última discrepancia, llegó Margarita Zavala. Yo le había dicho a Felipe que ya era hora de que nos fuéramos, pero él quería seguir bebiendo.

“Dijo Margarita:

“-Felipe, te he estado buscando. No te reportas, tu chofer me dice que no me puede decir dónde estás. Lo forcé a que me diera tu paradero y por eso estoy aquí. Ya habíamos quedado en que no ibas a tomar.

“-Perdóname por haber venido a platicar con tu marido, Margarita. Ya hemos hablado. Te ofrezco una disculpa, no era ésa mi intención.

“-No te preocupes, Manuel.

“-Discúlpame, pero ya estás aquí, Margarita. Felipe dice que yo te trato mal en el comité ejecutivo del partido, que no te doy tu lugar, que no te apoyamos. ¿Te hemos faltado en algo, Margarita?

“-¿De dónde sacas tú eso? -Margarita voltea hacia Felipe y le dice-: ¿cuándo me he quejado yo?

“Y abandona el local”.

*

De la conversación de Julio Scherer con Luis Correa Mena, coordinador de la campaña de Carlos Castillo Peraza por el gobierno del Distrito Federal en 1997:

-Lamento algunos sucesos que se desencadenaron. Pienso sobre todo en aquellos que tuvieron que ver con la candidatura de Carlos para el gobierno del Distrito Federal. Carlos resultó electo por la convención nacional que votó abrumadoramente en su favor y 15 días después Calderón -entonces presidente nacional del PAN- declaró: “Creo que nos hemos equivocado de candidato”.

“Ahí, en esa declaración, empezó el pesar de Carlos y el nuestro. A mí me sigue pareciendo insólito, por decir lo menos, que un presidente nacional emita semejante frase. Se trató de un error de kínder, elemental”.

-Corre la versión de que al equipo de campaña de Carlos Castillo Peraza, el CEN del PAN lo dejó sin dinero.

-No se trata de que le hubieran quitado el dinero, sino el control de los recursos más importantes, los que se invierten en medios de comunicación, en propaganda, en la elaboración y difusión de los spots. Personalmente le reclamé a Calderón ese manejo, que me parecía equivocado. Le expresé que a nadie emocionaban los mensajes y señalé un contraste: mientras la izquierda orientaba su campaña en torno a la candidatura de gobierno del Distrito Federal, el candidato panista debía someterse a los criterios del PAN nacional.

-¿Hasta qué grado les afectó la declaración de Felipe Calderón?

-Si yo no la olvido, si todavía me duele, no me atrevo a imaginar lo que Castillo Peraza sentiría. Más aún, esos temas ni siquiera los tocábamos con él, conscientes todos de la hondura de su herida. Si así marchaban los asuntos en el orden interno y si al exterior tu presidente te cuestiona y dice que no eres el candidato adecuado, de entrada te está dando un empujón, pero hacia un hoyo, no para adelante.

*

Hasta el fin de su vida, Carlos Castillo Peraza confió en Francisco Barrio Terrazas. Sin conocer su eclipse en la embajada mexicana en Canadá, decía Castillo que le guardaba respeto. Alguna vez le escuché: “Si Barrio asciende a la presidencia del PAN y toca el tam-tam, regreso al partido”.

*

Manuel Espino: “Ya en esta etapa de mi vida no quiero cambiar de profesión ni de oficio. Seguiré siendo administrador y político. Si en dos años existe la posibilidad de regresar al partido y participar en su reconstrucción, estaría dispuesto con el mejor ánimo. Pero lo que no haré será perder tiempo en quejas y lamentaciones”.

“En enero de 2007, siendo presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), hice una gira por Europa. Estuve en Madrid durante varios días. Ahí, en el periódico La Razón, me preguntaron mi opinión respecto a la declaración de guerra de Felipe Calderón contra los criminales. Dije lo mismo que había dicho antes en México y en otros países. Aseguré que me sentía orgulloso de tener un presidente valeroso, resuelto, que había tomado la decisión de combatir con toda la fuerza del Estado a los criminales, y ejemplifiqué con una comparación: ‘No es el presidente de México como el de España, que aquí está negociando con los dirigentes de la ETA para dejar en libertad a algunos terroristas. Allá en México no se negocia con criminales, se les combate’. No dije más.

“A los 11 días llegó el presidente Calderón a Madrid y un reportero del periódico Reforma le dijo, malicioso: ‘Presidente, ¿ya se enteró usted de que Espino estuvo aquí y le dejó la víbora chillando, criticó la política de seguridad de Zapatero?’

“Cuando Calderón pronunció su discurso hizo una alusión a mi persona sin pronunciar mi nombre: ‘Yo no vengo aquí, como otros, a cuestionar la política de seguridad del presidente de este país, yo la respaldo, la avalo’.

“Busqué a César Nava, entonces secretario particular del presidente, le dije lo que yo había declarado en Madrid y que no era correcto que hubiera dejado correr una versión equivocada.

“El día que volvió Calderón a México lo vi en Los Pinos. De inmediato le hice la aclaración pertinente y me dijo que todo quedaba claro. Aproveché la oportunidad del encuentro y le comenté que había un suceso que me preocupaba. Hice hincapié en la acción que había seguido a la lucha contra el narcotráfico. Así lo recuerdo:

“-Está bien que decidas la estrategia que quieras seguir -le dije a Calderón-. Eres el presidente de México. Es tu derecho. Pero deja que la implemente el secretario de la Defensa o el de Marina, el procurador General de la República o el secretario de Gobernación. Abre paso a tu gabinete de seguridad para que tome el asunto en sus manos y le declare la guerra a los narcos.

“Me preocupa que seas tú y que te vistas de militar, más todavía si envías una señal para subrayar que personalmente te harás cargo de la estrategia en la lucha contra el crimen organizado. Creo que como jefe de Estado tienes el deber de tratar por igual otros temas, como la educación, el rezago social, el crecimiento económico, la salud, y enfáticamente el de la seguridad.

“Por razones políticas, diplomáticas, sociales o coyunturales, convendría que evitaras problemas que podrían sobrevenir en el futuro. Un día podría ser necesario que bajaras la intensidad de la guerra y si así lo decides podrías mostrarte débil frente a la opinión pública. En cambio, no te verás débil si le ordenas al general secretario de la Defensa o a la persona que hubieras designado para acometer la batida contra el narco que disminuyera su intensidad.

“Deseaba verlo como jefe del Estado en plenitud”.

-¿Cuál fue la respuesta del presidente a su planteamiento?

-No me dijo nada. 
(Julio Scherer García/Proceso)

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