Aquelarre
Económico
Arnold
Harberger
Por
José Manuel Suárez Mier
La
semana pasada se celebró la XIX edición de la conferencia de Álamos, Sonora, en
la que se reúnen economistas del mundo entero a discutir los temas torales de
la economía mundial, con especial énfasis en lo que pasa en nuestro continente.
En
esta ocasión la reunión se centró en las extraordinarias aportaciones de Arnold
C. Harberger, profesor de economía de UCLA y emérito de la Universidad de
Chicago, quien fue el director académico de las conferencias de Álamos hasta el
año pasado y que sigue siendo una de las mayores atracciones intelectuales de
esta reunión.
Alito,
como se le conoce a Harberger por sus numerosos alumnos en América Latina, es
acaso el economista de mayor influencia para transformar a las economías de la
región de su modelo cerrado y dirigista con pésimas políticas económicas que la
arruinaron por décadas, en polos de dinámico crecimiento económico y avance
social.
Su
obra maestra es indudablemente Chile, país que pasó de ser una de las economía
más ineficientes y pobres de la región, en el ejemplo a seguir no sólo en
Latinoamérica sino para el mundo entero, en sólo cuarenta años.
Los
vínculos de Harberger con Chile se remontan a 1955 cuando las universidades de
Chicago y Católica de Santiago firmaron un convenio mediante el cual un buen
número de estudiantes chilenos irían a realizar sus estudios de doctorado en
Chicago con el compromiso de regresar a la cátedra en su país.
A
partir de entonces un crecido número de chilenos fueron entrenados en la
rigurosa disciplina de la economía “a la Chicago,” es decir, enfatizando la
importancia de la libertad de los mercados como el mecanismo apropiado para
lograr la mejor asignación de recursos escasos y la mayor prosperidad.
Chicago
nunca cayó en la tentación de archivar la economía clásica, como ocurrió en la
mayor parte del resto de las universidades de Estados Unidos que se
convirtieron a un keynesianismo ramplón, que enfatizaba el gasto público y las
regulaciones gubernamentales como fuentes de crecimiento y el progreso.
Chile
y el resto de América Latina siguieron las directrices de la Comisión Económica
de Naciones Unidas para América Latina, la tristemente célebre CEPAL, que bajo
la inspiración del argentino Raúl Prebisch usó la protección para defender
industrias “infantiles” que llegaron a la senilidad sin nunca alcanzar la
madurez competitiva.
Prebisch
sustentaba que el precio de las materias primas, principales exportaciones del
área entonces, sufrían de un deterioro permanente frente a los precios de los
productos industrializados, por lo que la única forma de salir del atraso era
mediante una industrialización forzada por los gobiernos con obstáculos a las
importaciones.
Como
lo muestran las estadísticas de los precios relativos de materias primas y
productos industrializados en el último medio siglo, el CEPALINO deterioro de
los términos de intercambio de las primeras, no sólo fue inexistente sino que
los precios se movieron al revés por el avance tecnológico que fue más rápido
en la industria.
Cuando
llega al gobierno chileno el marxista Salvador Allende en 1970, las de por sí
malas políticas económicas de ese país, se volvieron aún peores al procederse a
estatizar buena parte de la economía privada y a aplicar detallados y
costosísimos controles de todos los precios de la economía, incluyendo las
monedas extranjeras.
Cuando
sobrevino el golpe de estado, los militares, acostumbrados a controles férreos
como parte esencial de la disciplina castrense, no emprendieron cambios porque
no tenían idea de cómo proceder, hasta que dieron fortuitamente con el único
grupo que sabía qué hacer para revertir el colapso económico: los ex alumnos de
Harberger, quienes fueron popularmente bautizados como los Chicago
Boys.
Con
una capacidad inusual entre los economistas para predecir el futuro con
precisión meridiana, estos chilenos habían preparado un plan de transformación
económica radical para instaurar una verdadera economía de mercado aprovechando
los aciagos tiempos del régimen marxista, en lo que se conoció como “el
ladrillo.”
Es
de la mayor importancia enfatizar que ni Harberger ni ningún otro académico de
Chicago, trabajaron jamás asesorando al régimen militar chileno, aunque Alito
siguió impartiendo a título gratuito sus atinados consejos a sus ex-alumnos,
como lo ha hecho siempre y en los países en los que se hayan regados por el
mundo entero.
Sin
embargo, la izquierda chilena y sus aliados globales se dedicaron a denostar a
Harberger y a otros académicos de Chicago, lo que muchos creemos le costó que
el Premio Nobel en economía a pesar de sus enormes merecimientos. El comité
correspondiente en el Banco de Suecia evitar así las críticas de la
“progresía.”
En
artículos futuros pasaré a discutir las enormes aportaciones de Harberger a la
economía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario