16 enero, 2012

Este fue el año que fue

C A R L O S   F U E N T E S 
Este fue el año que fue
El norte de África se sacudió los regímenes autoritarios en Túnez, de Hosni Mubarak en Egipto y de Muamar el Gadafi en Libia

Han abundado los comentarios acerca del año crucial, 2011. Comparable a otros de grandes e inesperadas transformaciones --1848 y el ascenso de la burguesía reformista y las leyes modernas de organización del trabajo, educación y salud; 1968 y las rebeliones contra el autoritarismo en México, la dominación soviética en Praga y la limitación política en Francia-- 2011 vio varios aconteceres sorprendentes.

El norte de África se sacudió los regímenes autoritarios en Túnez, de Hosni Mubarak en Egipto y de Muamar el Gadafi en Libia, obligando a los gobiernos vecinos (Marruecos, Argelia, Jordania e incluso los Emiratos y Arabia Saudita) a curarse en salud introduciendo reformas tibias y graduales. Túnez prendió la alarma con el suicidio en llamas de Mohamed Bouazizi.

Siguió Egipto, con un movimiento motivado por el desempleo, la anacronía del sistema y la inter-comunicación de las clases medias y trabajadoras gracias a los medios de comunicación que escaparon al dominio oficial: Twitter, Facebook, las redes sociales en general. Como en la Revolución Mexicana de 1910, la caída del dictador fue sólo el primer acto de una transformación que se antoja larga y difícil, dada la fuerza del ejército, las diferencias étnicas y religiosas entre musulmanes, coptos cristianos, griegos, armenios y maronitas además de saidis, nubios, beias, etc. Como México al caer Porfirio Díaz, el Egipto post-Mubarak tomará años en darse su moderna fisonomía. Pero dos cosas parecen ciertas. El pasado no regresará, y los musulmanes tendrán la primacía política.

Si la revolución egipcia fue doméstica, la de Libia recibió ayuda militar directa de Francia e Inglaterra, así como sobrevuelos de los EU. Nadie lamentó la caída del cruel tirano El Gadafi. Todos nos preguntamos cuál será el destino de Libia después de cuatro décadas de dictadura personal. Los países de la región aguardan y el otro gran tirano del Oriente Medio, Bashar Assad, deberá abandonar el gobierno de Siria, representativo de la minoría alauita, a favor de la mayoría suní. (Los suníes, me entero, dicen honrar a los cuatro primeros califas que sucedieron a Mahoma; los alauitas sólo reconocen al cuarto califa, yerno de Mahoma).

Más allá, en el Oriente Medio, en Iraq los norteamericanos se van y queda Nuri-al-Maliki al frente de una república facciosa y una economía en ascenso. Del otro lado del Golfo Pérsico, la teocracia de Ali Jameneí mantiene al gobierno títere de Ahmadineyad como frente previo a la negociación con EU. El actual gobierno de Teherán es una fachada sacrificable al poder de los Ayatolas. Amenazada por Israel a causa de sus armas ofensivas pero también por una oposición interna que puede manifestarse con vigor en 2012, ser apoyada por Washington y privar de agresividad al Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a quien las organizaciones políticas de izquierda y centro en Israel condenan, favoreciendo, algunas de ellas, un regreso a los principios fundadores del Estado Judío: la democracia colectiva. Sólo que al lado de Israel, el Estado palestino pugna por organizarse y obtener reconocimiento internacional, proponiendo un regreso a las fronteras de 1967. Tan compleja y peligrosa situación es vigilada de cerca por Turquía, que es un Estado liberal musulmán en pugna con las fuerzas seculares y con la minoría kurda que rebasa sus fronteras para internarse en Iraq.

Basta de competir por el número de víctimas, clama Daniel Baremboim, quien junto con Edward Said promovió los derechos compartidos por Israel y Palestina. Barenboim, hoy, pide que Palestina reconozca la existencia del Estado de Israel. Israel debe acabar con la ocupación de territorio palestino y desmantelar los sitios ocupados. Israel debe aceptar al Jerusalén oriental como capital de Palestina. Los palestinos han de reconocer que la violencia no remedia el sufrimiento de la ocupación y el exilio. Israel debe reconocer que la violencia sólo engendra más violencia.

Que los ciudadanos palestinos e israelíes tomen la iniciativa, como lo hicieron los ciudadanos de Egipto, pide Barenboim. La incertidumbre del resultado no justifica la pasividad del momento.

Cruzando el Mediterráneo, Italia entra a la era post-Berlusconi con un gobierno tecnócrata, un presidente que ve lejos (Napolitano) y una exigencia de disciplina fiscal que es, con más agudeza, el problema que comparten Portugal, Irlanda y, dramáticamente, Grecia, donde la pertenencia a la moneda común, el euro, se mantiene por decisión política de Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, pero depende, al cabo, de la capacidad griega de austeridad y de las demandas de la protesta pública.

En Noruega, las acciones criminales de un loco fanático no han descontrolado a la sociedad civil. Pero en Holanda, Austria y Dinamarca, los partidos enemigos del inmigrante, si aun no toman el poder, sí lo acosan creando un clima racista y proponiendo una cuestión central para el futuro. ¿Cómo apurar la mejoría general de las antiguas colonias africanas de Europa para que sus ciudadanos se queden allí, construyendo naciones más justas y no se vean orillados a emigrar al norte, donde los esperan prejuicios y xenofobias? Grave, importante cuestión que atañe tanto a Europa como a las antiguas colonias, a sus gobernantes y a sus gobernados.

Un hecho excepcional en este conjunto es la emergencia de una sociedad civil en Rusia. Germinante, por lo menos, desde el reino de Catalina la Grande, manifestada en las obras de literatura, música y pintura y aplastada por los Zares primero y los comunistas en seguida, la nueva sociedad civil ha crecido a pasos agigantados en la etapa post-comunista. Hoy, a pesar de la ambición de poder absoluto de Vladimir Putin, la sociedad dice No, se manifiesta en la calle y le propone al gobierno reformas que ponen en jaque la ambición de Putin de mantenerse ocho años más en el poder. No subestimo a un político tan hábil. El tiempo --acaso este año que será-- nos lo dirá.

Los "inconformes" se han manifestado de España a la Gran Bretaña, cruzando el Atlántico como los "ocupantes". Ocupar Wall Street primero y luego la nación entera, de Oakland a Nueva York. Las acciones --municipales y policiales-- contra los "ocupantes" han puesto a prueba al movimiento que es un eje de descontento opuesto pero reflejo de, el minoritario "Tea Party" de la extrema derecha norteamericana. Las elecciones del próximo noviembre tendrán lugar entre la extrema derecha que desconfía de Mitt Romney y la extrema izquierda que no tendrá más remedio que votar por Barack Obama.

Empieza a verse claro que las tradicionales clasificaciones de "izquierda" y "derecha", "norte" y "sur", "laico" y "religioso" están en un momento de cambio profundo hacia nuevas nomenclaturas propias del cambio de civilización al que, nos guste o no, asistimos.

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