27 enero, 2012

El final en el camino de la servidumbre

 
Benjamin Franklin dijo una vez que las únicas cosas ciertas en la vida son la muerte y los impuestos. Los programas modernos de ayuda social han creado una situación en la que los esfuerzos por evitar la muerte harán insoportables las cargas fiscales.
El economista de la Universidad de Boston Laurence Kotlikoff estima que el actual agujero fiscal del gobierno estadounidense es de 202 billones de dólares. Los capítulos más grandes en esta estimación de obligaciones federales son las ayudas sociales: Seguridad Social, Medicare y Medicaid. La carga fiscal de los programas de ayuda social se dispararán cuando se jubilen 78 millones de baby boomers. La aprobación del Obamacare solamente sumará a las cargas fiscales futuras.


¿Es real esta cifra de 202 billones? Los baby boomers así lo creen. Los baby boomers han planificado sus jubilaciones con la expectativa de que los programas de ayuda social cubrirán buena parte de sus gastos, especialmente en lo que se refiere a los gastos médicos futuros. A los estadounidenses más jóvenes una deuda federal general debe parecerles imposible. Podemos estar seguros de que en algún momento los contribuyentes rechazarán apoyar todo lo que ha prometido financiar el gobierno federal a través de sus programas y ayudas.
Los contribuyentes estadounidenses simplemente no serán capaces de pagar los impuestos necesarios para financiar el gasto federal proyectado. En algún punto tendremos que controlar los costes.
Paul Krugman ha admitido que tendremos que tomar decisiones difíciles en el futuro. Las soluciones de Krugman son aumentar los ingresos con el impuesto del valor añadido al estilo europeo y reducir los futuros costes médicos con tribunales de muerte. El apunte de Krugman ha sorprendido a mucha gente. Después de todo, se tiene a Krugman en alta consideración por parte de los más entusiastas defensores de los programas federales de ayuda social. Los apuntes de Krugman sorprenden a personas idealistas que ven a las ayudas como una herencia sagrada, otorgada por FDR y LBJ. Los idealistas ven a la Seguridad Social como la joya de la corona del New Deal y a Medicare como la señal de una sociedad que se preocupa de los mayores.
Krugman simplemente está siendo realista, al menos a un nivel. No tenemos recursos ilimitados. Los gastos médicos de los baby boomers jubilados abrumarán a los contribuyentes estadounidenses si no se recortan los gastos. Lo que pasa es que un porcentaje desproporcionado de los gastos médicos se producen en los meses finales de la vida. Controlar los gastos de la financiación pública de la atención médica significa decidir cuándo morirá la gente.
En su libro clásico, Camino de servidumbre, Friedrich Hayek explicaba cómo el socialismo erosiona gradualmente la libertad individual. Aunque no tenemos abiertamente socialismo en Estados Unidos, los programas de ayuda social han socializado una buena parte de los costes de jubilación. Hayek predecía este tipo de escenario que ahora afrontamos financiando los gastos de atención sanitaria de los jubilados. Hayek describía un proceso por el que el poder se concentra y abusa de ello. Los representantes elegidos democráticamente son propensos a largos debates y atascos. Las economías modernas son demasiado complejas y cambian demasiado deprisa como para que el proceso democrático mantenga el ritmo. Los funcionarios no elegidos deben gestionar la operación de un estado social del bienestar.
La gente competirá por puestos de gran autoridad en la burocracia pública. ¿Qué tipo de gente tiene más oportunidades de ganar en una lucha por el poder? Los idealistas tienen desventaja en las luchas de poder. La gente que sólo pretende ayudar a otros probablemente no sea la mejor en usar y retener el poder público. La gente más despiadada tiende a tener éxito al ejercer el poder coactivo y la gente de buen corazón se encontrará en desventaja al tomar decisiones prácticas sobre cómo utilizar eficazmente el poder del estado.
Paul Krugman ha apuntado a las crudas realidades de nuestro propio estado social de bienestar. Los liberales idealistas del bienestar social simplemente quieren proveer las necesidades de todos. La realidad de la escasez significa que debemos racionar los bienes ofrecidos por el estado. Si vamos a evitar la quiebra nacional y ofrecer cobertura médica financiada públicamente, algunos burócratas tendrán que asumir posturas sobre los “tribunales de la muerte” y decidir cuándo denegar financiación a la atención médica. La gente de buen corazón no será capaz de hacer este trabajo. Los idealistas no serán capaces de hacer este trabajo.
Los temores a los tribunales de la muerte están garantizados porque la única gente realmente capaz de realizar este trabajo son los últimos que querríamos que tomaran estas decisiones. Los tribunales de la muerte son el final de nuestro propio camino de servidumbre. Paul Krugman simplemente ha echado una dura mirada al abismo de nuestra burocracia del bienestar social y ha visto su verdadera naturaleza. La única pregunta es si encuentra este lúgubre resultado aceptable o inevitable.
Tal vez Krugman piense que la burocratización de la sanidad, con sus tribunales de la muerte, es inevitable. Puede pensar que afrontamos realidades duras tanto de escasez como de burocratización. Por supuesto, hay una opción: la privatización y desregulación de la sanidad. ¿Es una opción viable? Krugman es bien conocido por su crítica a los mercados libres. El propio libro de texto de Krugman, (Microeconomía, coescrito con Robin Wells) apoya un estado de bienestar con ayudas sociales. Krugman y muchos otros como él creen en la redistribución, los “derechos” económicos y la llamada justicia social. En el mejor de los casos, estas declaraciones son juicios arbitrarios de valor y en el peor son mala economía. La gente como Krugman no cree únicamente que los mercados de la salud fracasen. Desde el primer momento, esa gente nunca quiso creer que los mercados pudieran funcionar bien.
Afortunadamente, podemos tanto ocuparnos de la escasez como evitar la burocratización. Los mercados libres de la sanidad pueden controlar los costes, y sin tribunales de la muerte. Algunos podrían afirmar que las compañías privadas de seguros tienen sus propios tribunales de la muerte especificados en las pólizas que venden. Las compañías de seguros no pueden denegar reclamaciones legítimas. Los problemas legales aparecerán en cualquier tipo de contrato, pero las aseguradoras no tienen los poderes coactivos que tienen los gobiernos modernos.
La gente puede asimismo pagar los gastos médicos de su bolsillo. Hay quien podría objetar a esto diciendo que los gastos médicos son muy altos. ¿Cómo puede la gente permitírselos pagar privadamente? Yo respondería preguntando ¿cómo podemos permitirnos pagar más fácilmente la sanidad públicamente mediante impuestos? El gobierno sólo tiene el dinero que podemos permitirnos pagar en impuestos, nada más. Además, nuestro sistema actual de sanidad subvencionada y regulada por el gobierno ha hecho poco por controlar los costes sanitarios. Ya tenemos una sanidad burocratizada: es un sistema caro y rígido.
Ni el seguro privado ni los pagos del bolsillo nos llevarán a una situación ideal. Sin embargo, los medios privados de financiación (ya sea decidiendo cuánto seguro contratar o cuánto gastar) hace a la financiación de la sanidad un decisión personal y debe ser así. La decisión de gastar en sanidad es en definitiva una decisión de “mortalidad planificada”. ¿Qué podría ser más personal que planificar las últimas etapas de la vida?
Ludwig von Mises explicaba los costes y rigidez de los sistemas burocratizados en su libro de 1994, Burocracia.
La experiencia con los estados del bienestar y la ayuda social del siglo XX ha probado que Mises tenía razón respecto de la ineficiencia de la burocracia. ¿Queremos esperar a ver cómo se hacen realidad las predicciones de Mises acerca de la tiranía burocrática? El futuro que afrontamos con costes más altos de Medicare y tribunales de la muerte es el resultado directo de una generación pasada de estadounidenses decidiendo que la financiación de la sanidad es un derecho garantizado por el gobierno. La gente detrás de esta decisión tenía buenas intenciones pero un plan utópico.
Se está haciendo demasiado evidente que nuestro camino no nos está llevando hacia una democracia social ideal, sino hacia el peor tipo de control burocrático. El capitalismo ofrece formas más eficaces y humanas de ocuparse de la mortalidad.

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