27 enero, 2012

¡Bravo, Peña, Bravo!

La señora Gordillo, al igual que Romero Deschamps, son un par de sanguijuelas.

Francisco Martín Moreno*
Creo, sin temor a equivocarme, que uno de los principios que debe respetar todo articulista consiste en redactar sus puntos de vista con la máxima objetividad y la mejor información posibles. En el caso de Enrique Peña Nieto, cuando, según mi punto de vista, ha sido necesario criticarlo, oponiéndome a sus decisiones y conceptos, lo he hecho apegándome a mis convicciones profesionales. Lo anterior puedo demostrarlo simplemente en mis entregas pasadas, cuando el priismo, supuestamente liberal, dio un violento golpe de timón a la derecha al lograr modificar, en la Cámara de Diputados, el artículo 24 de la Constitución, con lo cual los militantes priistas retardatarios y repentinamente ultramontanos intentaron asestar una puñalada feroz al Estado laico mexicano. Los liberales mexicanos intentaremos, con todos los recursos legales a nuestro alcance, que la Cámara de Senadores no ratifique lo acordado por la de Diputados para evitar que se modifique el tercero constitucional de tal manera que la educación pública pueda ser religiosa, con lo cual se le daría marcha atrás a conquistas obtenidas a sangre y fuego por nuestro abuelos y bisabuelos.

En el caso que el día de hoy me ocupa, grito un señaladísimo ¡bravo! a Peña Nieto por haber cancelado la alianza con Elba Esther Gordillo, sin duda alguna, una de las más nefastas enemigas de México. Quien secuestra la educación de un país, secuestra su futuro, y la señora Gordillo, por lo tanto, tiene secuestrado, nada menos, que el futuro de la patria. Cuando en su momento, Calderón aceptó la alianza con un personaje tan siniestro como la susodicha maestra, entendí que la educación, el origen de la inmensa mayoría de nuestros males, tampoco evolucionaría en el segundo mandato encabezado por un panista. Calderón le vendió su alma al diablo y, de pasada, también la de México desde que se alió con la Gordillo, error craso que también ya había cometido Peña Nieto hasta que decidió excluirla, afortunadamente, de su campaña electoral. Es evidente que sus asesores advirtieron, con todo tino, el hecho de que una alianza con una pandilla de maestros, supuestos líderes sindicales, le acarrearía al PRI muchos más perjuicios que beneficios porque dicha líder es uno de los políticos más execrables de México.
La señora Gordillo, al igual que Romero Deschamps, son un par de gigantescas sanguijuelas enredadas en el cuello de la nación, ambas obcecadas en succionarle hasta la última de nuestras esencias. Cualquier movimiento en contra del sindicato de maestros, de petroleros o de electricistas, bien se sabe, podría paralizar al país, por lo que el desmantelamiento inmediato de dichas organizaciones corruptas y perversas, se debe ejecutar a la brevedad por el bien de México. Mal haría López Obrador, quien ha denunciado hasta el cansancio la alianza del PRI con el Panal, de aceptar ahora, en su campaña presidencial, a la Gordillo una vez excluida de las filas del tricolor. Si en aras de tratar de afianzar su camino hacia la Presidencia de la República, López Obrador se desdijera y le abriera las puertas al Panal, sería más que evidente que el candidato del PRD seguiría constituyendo el peligro para México que muchos seguimos temiendo. Pobre de Ernesto Cordero si desea aceptar a la líder vitalicia de los maestros de nueva cuenta en el PAN, con los resultados que ya todos conocemos. ¡Pobre Cordero! ¡Pobre México!
Atomizar al sindicato de maestros, entre otros tantos más, no requiere gran imaginación política. Basta con modificar la Ley Federal del Trabajo en la que se establece que el gobierno federal, o sus empresas descentralizadas, retendrán las cuotas sindicales de los trabajadores al servicio del Estado y las entregarán al sindicato respectivo. Lo anterior constituye un ataque frontal a la democracia sindical en el sector público, desde el momento en que los burócratas carecen del derecho de decidir a qué organización entregarle su cuota a cambio de representar mejor sus intereses de clase. Bastaría una reforma legal a dicha ley para que el gobierno y sus empresas descentralizadas se abstengan de retener las cuotas, concediendo al trabajador el derecho indiscutible de entregárselas al sindicato de su preferencia. De esta suerte, surgirían decenas de sindicatos dedicados a la defensa de los intereses de sus agremiados. ¿Qué esperarán el Presidente o el Congreso para llevar a cabo esta reforma? El miedo y los intereses creados vuelven a paralizar a la nación.
Es evidente que Peña Nieto acertó al expulsar a la Gordillo de su campaña, por lo que está mandando un mensaje muy claro en el sentido de ejecutar finalmente la reforma educativa que requiere el país, de la misma manera que un enfermo terminal demanda la mascarilla de oxígeno. Somos un país de reprobados, un país en el que más de 50% de los niños abandonan la primaria antes de llegar al sexto año. Somos un país en el que los maestros no leen y no se encuentran bien capacitados. Somos un país en el que solamente obtiene su título profesional 2% de los estudiantes, catástrofe educativa que provoca una tremenda injusticia social desde que la educación impacta severamente en el ingreso. Bravo, Peña, bravo, bravísimo: en este aspecto no puedo estar más de acuerdo con el tricolor.

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