28 diciembre, 2011

EU y el mundo: hacia un 2012 incierto

José Luis Valdés Ugalde*
El año de 2012 presenta desafíos singulares. A partir del fin de la Guerra Fría, cuyo proceso fue atravesado por los atentados terroristas de 2001, el mundo no ha dejado de vivir vaivenes inéditos y desconcertantes. Desde que George W. Bush invadió Irak en 2003, las condiciones del orden y equilibrio mundiales se volvieron más precarias, a veces quizá, más que las de los tiempos más inciertos de la Guerra Fría. El mundo mudó de siglo pasando de una etapa, considerada por el historiador británico Eric Howsbawn como el más sangriento y guerrerista, a otra, la del siglo 21, que se inaugura con el acto único e irrepetible de demolición masiva no voluntaria más espectacular de la era moderna y que trajo como consecuencia el derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York.

Los atentados terroristas perpetrados por Al Qaeda en contra de EU primero, y después de Reino Unido y España, supusieron la inauguración de un paradigma en las relaciones internacionales que ha dominado en los últimos 11 años, toda vez que significó la emergencia de una amenaza a la seguridad nacional por un actor no estatal que se convirtió, con el transcurrir del tiempo, en un enemigo omnipresente, a la vez que invisible y al que había que vencer a toda costa. La estrategia de guerra preventiva de Washington provocó fisuras y aún hoy, con la estrategia de poder inteligente de Obama, se pueden ver algunas de las cicatrices que se le causó al sistema de cooperación internacional.
No cabe duda de que estas y otras consecuencias han dejado sentir sus efectos en el largo plazo, así como que el clima de inseguridad e incertidumbre que emergió a raíz de los atentados, será atestiguado y padecido por varias generaciones. El impacto cultural fue enormemente significativo: la vida cotidiana en el mundo entero cambió, pero principalmente en EU cambió radicalmente como consecuencia de los atentados. La sociedad perfecta en la nación perfecta fue penetrada por la amenaza externa: “hemos perdido la inocencia” es quizás la expresión más representativa de entre las muchas que surgieron el mismo día del atentado y que dan cuenta de lo que significó para los estadunidenses dicho desenlace. Es notorio que después del 11 de septiembre los estadunidenses tienen más miedo a la pérdida de control que a la muerte. Su pasmo se desprende fundamentalmente de la idea de haberse sumido en un futuro apocalíptico, el cual, si bien los medios masivos y el mundo de la ficción literaria y cinematográfica habían plasmado magistralmente al interior de la cultura iconográfica, la sociedad no estaba preparada para afrontar en un mundo tan real como el que se le presentó de forma contundente en esa fecha.
Al lado de la crisis de inseguridad y guerras locales, hemos atestiguado la crisis del modelo económico que impuso el llamado “consenso de Washington”. Joseph Stiglitz se ha preguntado si realmente hay consenso acerca del “consenso de Washington” y si existe un verdadero acuerdo acerca del modelo de desarrollo y crecimiento económico de los países más pobres. Aunque, dicho sea de paso, no son los más pobres los que están padeciendo este modelo que hoy ha devenido en el fenómeno deflacionario de más alto impacto desde las dos grandes depresiones sufridas antes de y en el propio siglo XX hace varias décadas, que impacta a las naciones más desarrolladas del mundo occidental. EU es hoy víctima del retroceso del modelo de sustentabilidad capitalista que se inició allá virtuosamente desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt, y aunque no es posible afirmar que vaya a ocurrir de manera absoluta, está ante el riesgo de perder su primacía como potencia dominante en el ámbito de las decisiones globales. Así las cosas, en este momento histórico para la economía y la política mundiales, ¿serán otra vez la guerra y la depresión económica las que definan el porvenir de corto plazo de amplios sectores de la humanidad? Trataremos de elaborar más sobre estos temas en 2012. ¡Felicidades a todos los lectores!

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