28 diciembre, 2011

El saber político de Enrique Peña Nieto

Fausto Alzati Araiza
Es más necesario estudiar a los hombres que a los libros.

François de La Rochefoucauld

Un estadista no tiene por qué ser un hombre de letras. Su tarea primordial es adquirir el poder del Estado, para ponerlo al servicio eficaz de los más altos intereses de la nación. En ese afán puede servirse de los técnicos, pero es mejor que sea un político sagaz y sensible, a un tecnócrata inhumano. El hombre de Estado puede servirse de los sabios y de los eruditos, pero es mejor que no sea uno de ellos. Un buen gobernante ha de ser ante todo un gran conocedor de los hombres: ha de saber distinguir, a un solo golpe de vista, al leal del traidor, al amigo fiel del adulador ambicioso, al útil y valioso para el servicio de los altos fines del Estado, del inútil simulador y corrompido. Y es evidente que tal conocimiento no podrá adquirirlo de los libros, pues correría el riesgo de confundir la ficción con la realidad y la máxima del filósofo con el saber práctico que se gana con las vivencias.

El saber político sólo puede adquirirse en el ejercicio cotidiano y repetido del quehacer político. Primero en el arduo y espinoso sendero de la adquisición del poder, tan plagado de obstáculos y peligros. Luego, en el aún más movedizo terreno del ejercicio del poder al servicio de la nación, por encima de intereses particulares y sacrificando hasta los afectos propios si fuese necesario. Aristóteles escribió que "no hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico", es decir, que obtenga resultados en beneficio de la nación. Es por estos resultados, y no por su erudición literaria, por lo que ha de medirse al político, al hombre de Estado.

Una vez concluido el desgarramiento de vestiduras y exhaustos los histriones del carnaval desplegado en las páginas editoriales y en las redes sociales, la pregunta relevante es: ¿Modifica en algo lo ocurrido en la FIL de Guadalajara la validez de la opción política que representa Enrique Peña Nieto en la presente coyuntura? ¿Se modifica de manera significativa la correlación de fuerzas políticas? Un tropezón no hace viacrucis. La gran mayoría de quienes han repetido hasta la exageración las condenas y diatribas de los últimos días contra Enrique Peña Nieto, de cualquier manera estaban de antemano predispuestos contra él y la opción política que representa.

Nada de ello afectará las razones y las preferencias de quienes vemos en él al político mejor preparado para guiar a México de vuelta a la paz y la prosperidad, sin merma de la soberanía nacional. Su propuesta convence y está llamada a vencer, porque no está construida con saberes librescos, sino con el conocimiento y la sensibilidad que un gran político adquiere al saber escuchar e interpretar los anhelos del pueblo, de la mayoría. Es con ese saber con el que se triunfa en las elecciones y se gobierna con éxito en un Estado eficaz. Ese es el saber que a Enrique Peña Nieto le basta y le sobra.

Que guarden sus hachas los trasnochados detractores de Enrique Peña Nieto. No se vayan a cercenar sus pies, entusiasmados en su precoz festejo. No hay árbol caído. La leña que pretenden hacer va a acabar por quemarles las manos. Ya hasta Ernesto Cordero se llevó un chispazo involuntario. Para Peña Nieto, es hora de aprender del error, que en estricta verdad no pasa de un traspié de poca monta, y estar dispuesto a corregir sus causas, además de reconocerlo y ofrecer públicas disculpas. Quienes se solazan en el insignificante tropiezo de un triunfador, al hacer mofa exagerada, tan exagerada que exhibe su mezquindad y pobreza de espíritu, acaban en el lastimoso papel del burlador burlado. En sabia frase bíblica, ven la paja en el ojo ajeno mientras ignoran la viga en el propio. Y ya metidos a citar libros ilustres, recordemos a nuestro Quijote: "Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos".

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