26 diciembre, 2011

El día del liberalismo

Alfonso Reece D. 
Esta efemérides debe celebrarse el 25 de diciembre, puesto que conmemora el nacimiento del mayor inspirador del liberalismo: Yehshuah Bar Yoshef, llamado el Cristo. Sería apresurado decir que fue liberal, pero la interpretación del mundo denominada liberalismo dimana históricamente de su prédica y la lleva a sus últimas consecuencias. En el Ecuador cae bien tener una fecha dedicada a este propósito, para impulsar el conocimiento y desarrollo de las ideas liberales, puesto que nunca se ha implantado un régimen basado en ellas. Lo que se impuso en 1895 era radicalismo jacobino, en mucho antitético con la corriente a la que hacemos referencia.

Yehshuah, en español Jesús de Nazareth, que se decía el Hijo del Hombre, revela al individuo. No seremos más miembros de un pueblo escogido, la sangre y otras características no dependientes de nuestra voluntad ya no determinarán nuestra vida. Nos enfrentamos personalmente a Dios, en absoluta igualdad con todo el género humano. Es la negación total del colectivismo. Escogemos libremente nuestro destino para la eternidad. Lógico, quien habla de ese modo es un protoburgués, el hijo de un artesano.

Buda era un príncipe, Mahoma llega a ser de hecho un rey guerrero, como lo fue Moisés. Frente a ellos el carpintero permanecerá en medio del pueblo, con desapego absoluto del poder. El Adversario (que eso significa Satanás) quiere quitárselo de en medio y le ofrece nada menos que “todos los reinos del mundo”, el galileo rechaza la propuesta y ordena retirarse al “príncipe de este mundo”. Su reino “no es de este mundo”, no es el de los poderosos, no es el de César. Como Él mismo lo dijo no se puede servir a dos señores. Sí, la frase es que no se puede servir a Dios y a las riquezas, pero estas en el sentido de poder, si no se toma así esta frase, significaría que la miseria es impecable, lo cual contradice la esencia misma de la misión salvadora del Cristo. En cambio, si se entiende como poder, lo que en esencia son las riquezas, todo cobra una nítida coherencia. Corrobora esta interpretación que el nazareno no rechace la realidad y lo bueno de este mundo. No es un asceta. Come bien y bebe vino, gusta de los perfumes, se junta con publicanos y “gente de mala vida”, es amigo de ricos como Zaqueo y José de Arimatea.

Si se evita un rústico fundamentalismo bíblico, se puede ver al cristianismo como una comunidad de interpretación, que continúa entendiendo y ampliando el mensaje evangélico. Así podemos encontrar en la Edad Media, en las posiciones de la Iglesia frente al Imperio, muchas ideas sin duda liberales. Igual en lo mejor del pensamiento escolástico, como en el de Tomás de Aquino con singularidad. Todo esto eclosionaría en el Renacimiento, para plasmarse rotundamente en la Escuela de Salamanca, de la cual emergen los jesuitas Juan de Mariana y Francisco Suárez, ya definidamente liberales. Y podríamos escribir tomos demostrando la absoluta coincidencia conceptual e histórica entre los dos pilares fundamentales de Occidente.

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