21 diciembre, 2011

Cuba: lejana y cercana

Leonard Kósichev

Iglesia ortodoxa rusa en La Habana
El primer ruso estuvo en Cuba aún en el siglo 18. Era Fiódor Karzhavin, hijo de un mercader de San Petersburgo, que estudiaba medicina y ciencias naturales en París. Movido por la curiosidad natural viaja al Nuevo Mundo. Se estableció en Martinica, desde donde viajaba a América del Norte, por las islas de las Antillas y de 1782 a 1784 vivió en Cuba. En esta isla del Caribe practicó la medicina, tradujo trabajos de medicina y química y daba clases de francés. 

 
Por más increíble que parezca, el historiador cubano Blas Nabel Pérez, supone que Fiódor Karzhavin puede ser considerado como el primer profesor de ruso en la isla. ¡Y cabe remarcar que se trata del siglo 18! De regreso a la Patria, después de 12 años de vagabundear por el Nuevo Mundo, el viajero llega a ser un destacado traductor y escritor en Rusia. A su pluma pertenecen las primeras descripciones de Cuba y de La Habana en ruso.
En sus trabajos Fiódor Karzhavin condenaba a los colonizadores por el trato salvaje a que sometían a los indígenas. En sus palabras, los conquistadores “con la espada en una mano y con la cruz en la otra, y acompañados de perros, mutilaron, martirizaron y quemaron 20 millones de almas." Fiódor Karzhavin criticaba los prejuicios raciales, con los que los partidarios de la esclavitud trataban de justificar la despiadada explotación de los esclavos negros como condenados a tal suerte. Él escribe que durante sus andanzas veía por doquier en esos infelices “a hombres y no a personas salvajes”. En las reflexiones de Fiódor Karzhavin sobre la esclavitud allende el océano, las personas ilustradas percibían un paralelo con la situación de servidumbre que se vivía en el propio Imperio Ruso, que de ser criticada se aplicaba un castigo severo inminente.
Desde principios del siglo XIX viajeros, científicos y navegantes visitaban Cuba reiteradamente. En Rusia cada vez se sabía más de la lejana isla caribeña. El viajero y literato Alexander Rótchev cuenta muchas cosas interesantes sobre Cuba en sus “Epístolas rusas”, publicadas en las mejores revistas de San Petersburgo. En 1851 con una expedición realiza un gran viaje al mar Caribe. Más que nada le asombró Cuba. “Es una isla floreciente en constante primavera sobre la llanura azul del mar, bajo el cielo candente de los trópicos; es la isla jardín de Armida, diría el poeta. Esto es Cuba, la primera flor de la Tierra, la primera perla del océano; el más grande y puro diamante del valioso atavío del Atlántico...” El autor contaba al lector ruso la historia de Cuba, señalando que tras su descubrimiento allí fueron aniquilados más de 200 mil indígenas. Comparte sus impresiones sobre las plantaciones de caña de azúcar que cubrían la isla, admira el proceso de elaboración manual de cigarros, escribe sobre la construcción del ferrocarril en la isla. Rotchev habla con gran afecto de los cubanos, destacando su benevolencia. Tampoco quedaron al margen de su atención las representantes del sexo bello. En palabras del viajero ruso, las mujeres cubanas “son alegres, musicales, plásticas, en la danza dejan muy por detrás a las españolas”.
Otra página interesante de la historia de los antiguos viajes de los rusos a la lejana isla caribeña tiene que ver con la lucha libertadora del pueblo cubano contra la dominación colonial de España. En 1896 tres jóvenes voluntarios rusos, Nikolái Meléntiev, Efstafi Konstantínovich y Piotr Streltsov, llegan a Cuba y se incorporan a las filas de los mambises que luchaban contra el ejército español por la independencia de su patria. Piotr Streltsov dejó un documento único sobre aquella epopeya: su diario, en el que cuenta en detalles todo lo que tuvo de sobrevivir. El diario fue publicado en la revista “Boletín de Europa”. Interesantes son los recuerdos del voluntario ruso sobre el encuentro con el legendario jefe rebelde, general Antonio Maceo. Tras una difícil marcha en medio de combates, los amigos junto con su destacamento llegaron hasta el campamento de Maceo. Maceo recibió cálidamente a los voluntarios rusos, dijo que era grato ver entre sus combatientes a representantes del gran pueblo de Rusia. Los voluntarios del gran país pasaron a la historia de Cuba como “los tres mambises rusos”.
Cabe remarcar que el héroe nacional de Cuba, José Martí, conocido como “El apóstol de la Independencia de Cuba” admiraba a los grandes escritores rusos del siglo 19. En 1880 José Martí escribe un extenso artículo sobre Pushkin, a quien consideraba un genio perteneciente a todos los pueblos y tiempos. Exclama tras nuestro gran poeta: ¡Fuera la oscuridad! ¡Salve la luz del sol! A la pluma de José Martí pertenece asimismo el estupendo artículo sobre el famoso pintor batallista Vasili Vereschaguin, cuyos cuadros se exhibieron en una exposición de Nueva York en 1889. El Apóstol de la Independencia no alcanzó a vivir hasta 1902, año en que Vereschaguin visitó Cuba. Siete años antes José Martí murió en un combate con los españoles. Cuba ya se había liberado del dominio colonial de Madrid, cuando el pintor ruso llegó a la isla. Allí Vereschaguin hace muchos estudios, bosquejos y dibujos. Su “Álbum cubano” se guarda en el Museo Ruso de San Petersburgo. En museos de las ciudades rusa de Taganrog y ucraniana de Nikoláiev también hay cuadros de su ciclo cubano.
Las puertas al mundo de la cultura rusa se abrieron de una manera nueva para los cubanos en el siglo XX. En 1915, 1917 y 1919 en la isla actuó con éxito la gran bailarina Anna Pávlova. Precisamente desde Cuba comenzaron sus giras triunfales por América Latina. El investigador ruso Mijaíl Rossíiski en su libro “La emigración rusa y Cuba” escribe: “La prensa habanera reconoció, que sus giras marcaron el inicio de una nueva época en la vida cultural de la joven república caribeña. Se inicia la época de la balletomanía...”
La prensa de La Habana reconoció que las actuaciones de Anna Pávlova dieron origen a una nueva época en la vida cultural de la joven república caribeña. Allí empezó la afición al ballet… Más tarde, el bailarín ruso Nikolái Yavorski, que emigró tras la Revolución de Octubre de 1917, encabezó la primera escuela de ballet clásico en Cuba. Muchos de sus alumnos llegaron a ser destacados representantes del Ballet Nacional de Cuba. Y en 1939, la cantante rusa Mariana de Gónich, quien interpretaba arias de ópera en los mejores teatros de Europa y EEUU, crea en La Habana la Escuela Nacional de Canto. Ella ha quedado en la memoria de varias generaciones de cantantes cubanos, a quienes enseñó el arte del bel canto.
Anna Pávlova, Nikolái Yavorski, Marina de Gonich, los nombres de estos artistas están en los albores de los lazos culturales ruso-cubanos. Pero el verdadero estrechamiento de las dos culturas comenzó tras la victoria de la Revolución Cubana en 1959. Entonces en la Unión Soviética se publicaban muchos libros de autores cubanos, y en Cuba - obras de escritores rusos y soviéticos. Los artistas cubanos actuaban permanentemente en la URSS, mientras que nuestros artistas eran huéspedes frecuentes en la lejana isla. Todo esto favorecía el fortalecimiento de la amistad entre ambos pueblos.
En el “inolvidable período soviético” Cuba tenía garantizado el apoyo multilateral de la URSS en el fortalecimiento de su capacidad defensiva y en la resistencia al bloqueo económico que le impuso Washington. El desplome de la Unión Soviética se tradujo en un gran retroceso de la cooperación con Cuba. Pero actualmente las relaciones ruso-cubanas de nuevo están en ascenso. Su desideologización no se hizo sentir en los sentimientos de amistad que experimentaban ambos pueblos en tiempos de la Unión Soviética. Esto es lo más importante que se ha heredado de aquellos tiempos y, sin duda alguna, impulsa el desarrollo de las relaciones bilaterales en la época contemporánea. Y no podía ser de otra manera, ya que en aquel período nuestros profesionales prepararon en Cuba a decenas de miles de especialistas locales –obreros cualificados y técnicos– mientras que miles de jóvenes cubanos recibieron educación superior y secundaria en la URSS. Y en buen grado gracias a ellos, la lengua rusa obtuvo bastante difusión en Cuba.
En este sentido pueden citarse hechos curiosos. Resulta ser que no pocos refranes y dichos rusos, son pronunciados ya en español entre los propios cubanos. Por ejemplo, “El porvenir es de quien sabe esperar”, “Es pecado ir a una boda y no emborracharse”, “Mejor es volver atrás que perderse en el camino”, “Mejor es estar en la cárcel con un sabio, que en el paraíso con un necio…”. El poeta cubano Samuel Feijóo incorporó a estos “intrusos de la lengua rusa” a su refranero de uso común. Hoy, gracias al desarrollo de las relaciones entre nuestros países, la joven generación cubana muestra un mayor interés por la lengua y la cultura rusas. En la Biblioteca Nacional José Martí hay una sala, que lleva el nombre del gran poeta ruso Alexander Pushkin. Difícilmente el Apóstol de la Independencia cubana pudo haberse imaginado cuando escribía sobre Pushkin, que sus nombres se verían tan juntos.
En Cuba se formó una diáspora rusófona con gente que había llegado de la Unión Soviética. La mayoría son rusos. Entre ellos hay especialistas con sus familias. Muchas mujeres rusas en aquellos tiempos llegaron a Cuba con sus maridos cubanos que estudiaron en la URSS. Ahora no sólo tienen hijos grandes, sino también nietos nacidos en Cuba. Ellos soportan junto con los cubanos todas las dificultades del bloqueo económico que les impuso EEUU. Pero, la actitud de los “rusos cubanos” hacia el país que los recibió y que les dio los mismos derechos que sus ciudadanos fue y sigue siendo benévola.
La mayoría de los nativos de la Unión Soviética, viviendo en un país con tradiciones católicas, profesan la ortodoxia. Para ellos en 2008 se abrió una iglesia ortodoxa rusa. El primer oficio lo celebró el promotor del proyecto, el Metropolita Kiril, hoy Patriarca de Moscú y toda Rusia. He aquí lo que dijo acerca de cómo surgió la idea y como se la llevó a la práctica:
A fines de la década de los 90 en el Departamento de Relaciones Exteriores Eclesiásticas de la Iglesia Ortodoxa Rusa empezaron a llegar cartas de nuestros compatriotas en Cuba, que pedían abrir en La Habana un templo ortodoxo. Según nuestros cálculos, en Cuba hay unos 14 mil rusófonos con raíces ortodoxas. En 2004 viajé a Cuba para reunirme personalmente con Fidel Castro. Él no sólo dijo que saluda la construcción en La Habana de un templo ruso, sino también prometió hacer todo lo posible para que el templo aparezca lo antes posible. Seré el comisario de esta obra –dijo Fidel.
Quisiera, como suele decirse, quitarme el sombrero y hacer una profunda reverencia a los cubanos. Es que Cuba es un país pobre. Sin embargo, los propios cubanos levantaron el templo. No fue fácil construirlo con los materiales que hay en Cuba, incluso compraron en el exterior modernas ventanas, aparatos de aire acondicionado y otros equipos técnicos. Nosotros trajimos el iconostasio, doramos la cúpula, pero el edificio del templo fue total y completamente un don de los cubanos. Durante nuestra reunión Fidel dijo: “No debemos olvidarnos cuántas fuerzas y medios entregaron en otros tiempos los soviéticos a Cuba”. Por mi parte, quiero añadir que hoy nuestros países tienen diferentes sistemas políticos, pero Cuba se posiciona como amigo sincero e incondicional de Rusia”. 
Han sido las palabras del Patriarca Kiril pronunciadas, cuando aún era Metropolita, tras la apertura en La Habana de un templo ortodoxo, que denominó “partícula de la Santa Rus en tierra cubana”.

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