21 diciembre, 2011

CARLOS MIRA; CAMINO DE SERVIDUMBRE

  ¿Cómo será vivir en una Argentina sin libertad? Me refiero a una restricción severa; hablo de que esa limitación sea palpable todos los días, cada día de la vida; que el radio de acción individual pase a estar vigilado, dependiendo de autorizaciones y de venias del Estado.

El país conoce esas circunstancias bajo el imperio de ácidas dictaduras. Pero nunca lo vivió bajo un gobierno elegido democráticamente.
Es obvio que el país tiene ya un sistema de libertades acotado. La sola lectura de la primera parte de la Constitución, con su diáfano programa de derechos y de responsabilidades individuales, proyectando un modelo de bravura y de logros personales, contrasta gravemente contra una realidad controlada, regulada y dirigida por el Estado. El antropocéntrico eje constitucional ha sido dramáticamente corrido hacia un vector estatal que todo lo abarca y todo lo domina.
Pero aun así, al menos desde que se recuperó la democracia en 1983, el país nunca vivió bajo el yugo de un régimen. Las severas limitaciones a las libertades constitucionales giraban -y giran- básicamente alrededor de prohibiciones económicas: efectivamente, el vuelo que los padres fundadores quisieron darle al individuo argentino para que éste hiciera y deshiciera su vida económica de acuerdo a un plan que él mismo trazara y respecto del cual disfrutara la dulzura del éxito o soportara las consecuencias de las malas decisiones, fue completamente destruido. De aquella invitación a la conquista no ha quedado nada.
Como consecuencia lógica, el país se debate hoy en la medianía del mundo. Arrinconado en una pobreza extendida de la que no logra liberarse y dependiente, cada vez más, de la limosna pública para sobrevivir.
Ese esquema es de por sí muy frustrante. Un país con las potencialidades de la Argentina que no pueda descollar entre las naciones del Universo, como seguramente lo soñaron quienes la fundaron, es un misterio que incluso fuera de las fronteras del país, no se puede entender. El caso de la Argentina comparando lo que podría ser con lo que es, ha sido estudiado extensamente en el mundo.
Pero una cosa bien distinta es pasar a ser un país en donde las ideas queden bajo el escrutinio del Estado; en donde el pensamiento diferente se diluya, en donde la sociedad entre en un cono de silencio por temor y en donde la moneda corriente sea la censura y la delación.
Está claro que ambas libertades están estrechamente ligadas: el vuelo económico no sucede donde el miedo reemplaza a la palabra libre y ésta está más próxima a perecer allí donde no hay vuelo económico. Pero si pudiera hablarse de una "calidad" de las libertades, la de expresión supera a todas: nada florece en el desierto del silencio o en el páramo de la idea única.
Y la Argentina está próxima a meterse de lleno en esas sombras. La llamada ley de Medios y la que declara de utilidad publica la producción y comercialización de pasta celulosa para papel de diario establecen un sistema de pinzas sobre las ideas publicadas que amenaza con asfixiarlas. Los pilares de esas dos leyes están asistidos por otros. La creación de "institutos de revisionismo histórico", la profundización de la "guerra cultural" y la distribución de la pauta oficial de publicidad, hacen las veces de poleas de trasmisión de un esquema de encierro y de mordazas que no tiene precedentes en la democracia.
Un perfume profundamente gramsciano se ha apoderado del país. Un goteo implacable de textos, imágenes, mensajes subliminales y expresos, fútbol, cinematografía, publicidad, academias, propaganda, en fin, un combo interminable de penetración cultural que no reconoce antecedentes por su profundidad y ambición.
Ahora el golpe de gracia esta por consumarse. La vigilancia de las ideas se traducirá en cantidades de papel, Los que tengan dudas sobre si estas prevenciones son exageradas solo deberán esperar el desarrollo de los acontecimientos. Moreno acotará la provisión de papel a los medios "enemigos" y sobreproveerá a los amigos. Luego terminará con el esquema de libre importación que hoy rige. Se trata de eslabones de una cadena que ya pueden anticiparse hoy. Los que dudan solo deberán esperar para ver con sus propios ojos como se producen. El derecho de propiedad, ya bastante vilipendiado en el país, sufrirá un nuevo golpe cuando Papel Prensa sea expropiada de hecho.
También es cierto que el ideal de "normalidad" dista mucho de una situación en donde la única compañía que produce papel para diarios en el país pertenezca a los dos principales diarios y al Estado. Se trata de una seria disfuncionalidad. Pero lo que en parte explica esta situación es el mismo hecho que torna inexplicable el apuro del gobierno por sancionar la ley de utilidad pública.
El papel para diarios sobreabunda hoy en el mundo. El precio de ese insumo no entusiasma a nadie a hacer las inversiones necesarias para instalar una planta de papel para diarios. La producción de otros papeles resulta mucho más rentable. Prueba de ello es la situación de la otra papelera creada para fabricar papel para diarios, Papel del Tucumán, que luego de fundirse y ser reciclada por nuevos dueños, abandonó aquella producción y hoy se dedica a fabricar otros papeles y cartón corrugado.
La gran paradoja de estos crímenes es que suceden en democracia. Y es paradójico, porque el sistema organizado por la Constitución parte de un supuesto al que da por descontado porque lo cree de toda lógica. Ese supuesto es creer que las personas quieren ser libres, por eso la Constitución organizó un esquema para limitar al Estado y para ampliar el radio de vida y libertad individuales. El sistema de la Constitución no está preparado para que su supuesto, para que la columna vertebral a la que da por descontada, se de vuelta como una media y las personas, voluntariamente, quieran ser esclavas. Esa preferencia es tan antinatural que ningún constituyente en su sano juicio pudo siquiera considerarla.
Pero el goteo gramsciano dio resultado y hoy, con perplejidad, vemos como vastas franjas de la sociedad están dispuestas a entregar su libertad a cambio de creerse el verso de que el Estado les solucionará la vida. A su vez, el Estado constitucional ha sido reemplazado por personas de carne y hueso que se encarnan en él y aprovechan sus prerrogativas para beneficiarse personalmente y para imponer su pensamiento por sobre el de los demás.
Con el voto popular la Argentina se apresta a ingresar voluntariamente en un camino de servidumbre del que le resultará muy difícil volver.

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