28 diciembre, 2011

Biden dice que los talibanes no son nuestros enemigos. Mike Brownfield


Un sábado a finales de octubre, en Kabul, Afganistán, un auto con explosivos se estrelló contra un bus blindado de las fuerzas armadas americanas, matando a 13 ciudadanos, incluidos cinco soldados y ocho del personal civil. En agosto derribaron un helicóptero Chinook en Afganistán, matando a 30 americanos. ¿Quién fue responsable? Los talibanes. ¿Y quién dice ahora que los talibanes no son el enemigo de América? El vicepresidente Joseph Biden.
En una entrevista con Newsweek, Biden expresó su visión —y la visión de la administración— de los talibanes :


Mire, los talibanes  no son nuestro enemigo per se. Eso es muy importante. No hay un solo pronunciamiento que haya hecho nunca el presidente en ninguna de nuestras manifestaciones públicas acerca de que el talibán sea nuestro enemigo porque amenace intereses de Estados Unidos. Si finalmente los talibanes son capaces de hacer caer al gobierno vigente, que está cooperando con nosotros para mantener a raya a los malos y que no puedan hacernos daño, entonces eso se convierte en un problema para nosotros.
Por si hubiera alguna confusión sobre los comentarios de Biden, el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, entró al asunto ayer para clarificarlo, quejándose de que lo que dijo el vicepresidente fue “tomado fuera de contexto”. Su mensaje subyacente, sin embargo, era esencialmente el mismo que el de Biden, que los talibanes no son el enemigo de Estados Unidos:

Y sobre lo que reflexionaba el presidente era que —y esto está relacionado con el proceso de reconciliación que estaba comentando—…  es que los talibanes, per se —aunque estamos combatiéndolos—… no es la eliminación … la eliminación de los talibanes  no es lo principal aquí.
¿Necesita un breve refresco de la historia, Sr. Vocero? ¿Sr. Vicepresidente? En los pasados 10 años Estados Unidos ha librado una cara guerra en Afganistán con el propósito de destruir a al-Qaeda, erradicando el régimen de los talibanes que dieron refugio a la organización terrorista y creando una democracia viable en ese país. Durante demasiado tiempo, al-Qaeda había operado desde Afganistán con impunidad. Osama bin Laden formó alianza con los talibanes, sus fuerzas se entrenaron con fuerzas de los talibanes y su relación con el líder de los talibanes, el mulá  Omar, se acrecentó. Después de que a bin Laden y sus afiliados se les encontrara responsables de los ataques a las embajadas americanas de 1998, los talibanes se rehusaron a conceder la extradición de los agentes culpables a Estados Unidos, alegando que “sin ninguna evidencia, bin Laden es un hombre sin tacha alguna… Es un hombre libre”. Mientras tanto, bin Laden alababa a los talibanes como el “único gobierno islámico” que existía y alababa al líder de los talibanes.
Que no haya ninguna duda, bin Laden y al-Qaeda utilizaron Afganistán como base de ataque contra Estados Unidos y fue una plataforma de lanzamiento de los ataques del 11 de septiembre, tras los que el presidente George W. Bush declaró que en la guerra contra el terrorismo la neutralidad no es una opción y o se está “con nosotros o contra nosotros en la lucha contra el terror”.
Con la administración Obama, sin embargo, se ha seguido un rumbo diferente — uno de negociación y reconciliación con los talibanes. Se retrotrae hasta principios de 2009, cuando en un discurso ante una sesión conjunta del Congreso, el presidente Barack Obama habló de combatir a al-Qaeda pero no mencionó derrotar a los talibanes, enviando señales de la dirección política de su administración. En aquel momento, el experto de Heritage Theodore Bromund advirtió de que el camino del presidente sería peligroso para Estados Unidos:

La estrategia detallada que él promete puede ser una que busca la reconciliación con los talibanes a la vez que continúa con ataques aislados contra refugios terroristas. De hecho, su mayor promesa de todos los asuntos de la seguridad nacional fue su garantía de que no permitiría que tales refugios conspiraran contra Estados Unidos. Esa promesa, firme en el aislamiento, presagia un retorno a la política de la era Clinton del antiterrorismo con misiles de crucero, igual que su promesa de “justicia rápida y segura” para los terroristas capturados implica un retorno al punto de vista de que el terrorismo es en gran medida un asunto de hacer cumplir la ley. Si es así, estará volviendo a un camino ya recorrido y que ha fracasado, un camino que llevó directamente al 11 de septiembre”.

Sin embargo, parece que la reconciliación es el objetivo final de la administración — y Lisa Curtis, de Heritage, nos explica que la reconciliación no debería ser un fin en y por sí mismo. “Estados Unidos debe dejar claro que la reconciliación política en Afganistán es deseable — pero solo si contribuye al objetivo último de garantizar que Afganistán no servirán nunca más como refugio de terroristas internacionales”.
A finales de septiembre, atacantes suicidas asesinaron al expresidente afgano Burhanuddin Rabbani, que estaba a cargo del Alto Consejo de la Paz que procuraba las conversaciones de reconciliación con los talibanes. El asesinato fue un duro golpe al proceso de reconciliación política y reforzó la resistencia a la noción de acomodo político con los talibanes . Y Curtis comentó que debería haber servido como una llamada de atención a Estados Unidos y que “Estados Unidos debe ser realista sobre la amenaza que los extremistas talibán y sus aliados de al-Qaeda suponen para los intereses americanos en la región”.
Desafortunadamente, el pueblo americano no ve realismo en la Casa Blanca. En su lugar, son testigos de cómo la administración Obama están itntentando hacer un amigo a partir de un enemigo, todo para dar cobertura y justificar una retirada prematura de Afganistán. Estados Unidos ha hecho tremendos sacrificios en Afganistán en pro de la seguridad de la nación — siendo el mayor sacrificio el de las vidas de sus hijos e hijas, vidas perdidas librando la guerra. Ignorar la verdadera naturaleza de los talibanes  pone en peligro los éxitos que nuestras fuerzas armadas han ganado y se arriesga a volver el reloj hasta el 10 de septiembre de 2001, cuando las fuerzas terroristas tenían refugio desde el que podían planear sus ataques.

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